CONSEGUIR MI DEVOCIóN ADMIRABLE DE LOS 7 DOLORES QUE MARíA SANTíSIMA SINTIó EN LA VIDA Y MUERTE DE SU AMADíSIMO HIJO TO WORK

Conseguir Mi Devoción admirable de Los 7 Dolores que María Santísima Sintió en la Vida y Muerte de su Amadísimo Hijo To Work

Conseguir Mi Devoción admirable de Los 7 Dolores que María Santísima Sintió en la Vida y Muerte de su Amadísimo Hijo To Work

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La forma de rezar los siete dolores de la Inexplorado María es a través de una devoción conocida como «Rosario de los Siete Dolores». Este rezo se centra en meditar y reflexionar sobre los principales sufrimientos que la Virginal María experimentó durante su vida.

«Les acertaré cuanto me pidan, con tal de que no se oponga a la adorable voluntad de mi divino Hijo o a la salvación de sus almas.»

En esta tierra el amor y el dolor van muy juntos. S. Juan de la Cruz nos decía: "quien no sabe de penas no sabe de amores"

Inmóvil perseveraba la afligida Madre al pie de la cruz de su inmolado Hijo, y tristemente anhelosa de poderlo quitar del sangriento madero y recogerlo en su amante seno… Mas ¡ay!, ¡cómo hacerlo, destituida como se hallaba de todo socorro humano!

Uniéndome al dolor que María sintió en esa ocasión, pido fuerzas y gracias para soportar con paciencia todos los dolores de mi vida, aceptarlos con serenidad, fortaleza y esperanza, para Vencedorí apoyar siempre encendida en mi alma la fuego de la Certeza y la confi anza en su perpetuo socorro.

Escasamente llegado el divino Isaac Dios a la cumbre del Calvario, sitio destinado para el sacrificio de su infinito bienquerencia, cargado con el enorme peso de la cruz, llagado, cansado y sin aliento, sin concederle descanso ni alivio alguno, le arrancan los crueles verdugos la corona de espinas para retornar a hincársela luego con más crueldad; le quitan en seguida sus vestiduras, rasgando y abriendo más y más con esto las innumerables llagas y heridas de que estaba cubierto su santísimo cuerpo, le tienden sobre la cruz, le dislocan con la decano violencia sus miembros, le clavan de pies y manos en la cruz, y la enarbolan en presencia de Jerusalén, a pinta del cielo y de la tierra, para que sean testigos de su ignominia. A todo esto, estaba presente la desolada Inexplorado, raíz del más excelso y puro apego.

El simbolismo de la Cruz de Jerusalén en flor, Silene chalcedonica, es un simpatía apasionado: el sacrificio y el simpatía de Jesús, el apego y el valía de María para quedarse con su hijo.

“Miro a todos los que viven en el mundo para ver si hay quien se compadezca de Mí y medite mi dolor, mas hallo poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos.

Considera el amargo dolor que sintió el Corazón de María cuando el cuerpo de su querido Jesús fue bajado de la cruz y colocado en su regazo.

Afligida y desconsolada SeñYa, yo la criatura más indigna de estar delante de vuestra soberana presencia, os suplico con todo abatimiento, que por vuestros dolores os dignéis ser mi Director, amparo y patrocinio, para que en el control de este día pueda atinar a serviros y agradaros, a quien me consagro y sacrifico totalmente con todas mis potencias y sentidos; y cuanto pensare, dijere y obrare, sea en retribución de los dolores que con mis culpas os he ocasionado, y me consigáis perdón de ellas y devocion admirable de los 7 dolores de maria santisima una buena y reconocida muerte. Además.

¡Ay, dulce Origen!, traspasad mi corazón culpado con aquella espada agudísima que desgarró el vuestro al pie de la cruz de vuestro Hijo solicitante de apego y de dolor por mí, miserable y desagradecido pecador… Yo soy… ¡oh! sí, yo soy el reo de su atroz suplicio: yo soy quien desprecio e insulto a cada paso el sobresaliente sacrificio de bienquerencia que hizo por mi eterna salvación. Yo me unido a cada instante con la turba de verdugos deicidas que le crucificaron.

7. "He conseguido de mi Divino Hijo que todos aquellos que propaguen la devoción a mis lágrimas y dolores, sean llevadas directamente de esta vida terrena a la bienestar eterna luego que todos sus pecados serán perdonados y mi Hijo será su consuelo y gozo inmarcesible."

Veamos lo que dice el Papa Pio XII con motivo de la celebración del año Mariano de 1954, en narración a las lágrimas de la estatua de Siracusa:

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